En la Argentina tenemos Rey

Un dia martes de setiembre, la gran diva del mediodía, esa, la pretendida educada, la que interrumpe, la que no mantiene las reglas de urbanidad y protocolo en la mesa, aunque aparenta fineza y estilo, lo nombró el “Rey de la Argentina”
Se trata del más “exitoso” de los hombres mediáticos de nuestro país. El que marca una audiencia diaria que oscila entre 3 y 4 millones de personas que relegan, parte de las noches del día de semana, el encuentro con la familia y alguna hora de descanso que le roban a la madrugada.

Se trata de un hombre-fenómeno, capaz de crear personajes sobre la marcha, improvisar con los eventos que acaecen en vivo y dejar la fuerte sospecha, aún en los conocedores de los mecanismos mediáticos, dónde termina lo guionado y dónde comienza el azar o la improvisación.

Se trata de un hombre cuyo éxito, lo fue logrando, como debe ser, a través de los años. Arrancó accidentalmente cubriendo un puesto de conductor que no estaba destinado para él. Le fue bien mostrando bloopers (supuestos accidentes, supuestamente graciosos que les ocurren a los demás) y progresó rápidamente con cámaras ocultas que compensaban el orgullo y la dignidad ausente de la gente, luego del espectáculo de la burla pública. Momento fundacional del acuerdo entre el espectador- víctima y el “verdugo espectacular”.

Y siguió creciendo; en fortuna personal y con productora propia, en oferta laboral para los demás. Se convirtió en una fuente bendita de trabajo para su numeroso y leal equipo y para las producciones de decenas de programas ajenos a su empresa que viven de él; eximidos de trabajar desde la originalidad y la producción propia. Haciendo, a cambio, de satélites del “más de lo mismo”, con omnipresencia temporal.

Él, es el hombre que corre las fronteras del buen gusto, el que marca la ética de costumbres, el que menoscaba con simpatía, el que sonríe con la mueca cómplice del falso pudor, el que alienta tangencialmente el conflicto, el que se emociona cuando hay que emocionarse, el que promete sueños que se desdibujan en los espectadores, pero que seguramente quedan encendidos en los ilusionados destinatarios. Es el que exhibe a la mujer como carne prostibularia accesible a los hombres y mujeres expectantes en el hogar. Es el hombre adolescente que juega con los niños en horarios nocturnos, el que usa el lenguaje con doble sentido que en realidad es sólo único.

Pero fundamentalmente es el hombre del interior que viene de un pueblo, al que ha ayudado mucho desde lo propio y también con la colaboración del gobierno. Es el adulto-adolescente generoso en lo personal, el inmaduro afectivamente, el millonario de bajo perfil que utiliza lenguaje de barrio y se queja del precio de algunas cosas que en la vida cotidiana para los demás son “un afano”. Es el habilidoso en el manejo de la cintura política, que sabe oscilar, consciente de su poder, con los gobiernos de turno.

Es el hombre-medio que logró hacer del escándalo, la agresión física y verbal, el mal decir, la mentira, la farsa, el grito, la incomunicación dialógica, la amenaza y el menoscabo, los nutrientes grotesco-dramáticos (exigidos al límite)que alimentan la savia diaria de su programa.

Es el hombre que logró producir ríos de tinta en medios gráficos de analistas críticos, que no se animan del todo porque “hay que reconocer que está primero lejos en el rating”, “que es un fenómeno en la historia de la televisión argentina”.

Es el hombre que produce comentarios críticos de prestigiosos líderes de opinión que se quedan en el umbral de la crítica sin finalmente lastimar de verdad, tal vez, porque no es negocio hablar mal de alguien tan popular que después de todo la gente elige sin mediar obligación alguna. Esto es, el uso de la libertad de la libertad de expresión.

Es el hombre que está en la boca y en los escritos y comentarios de los académicos en sus cátedras, donde su nombre funciona como sustantivo y verbo, para definir la actual cultura mediática y popular.

Es el hombre del que muchos hablan mal porque (¿por qué) lo ven, y muchos otros que hablan bien porque (¿por qué?) lo ven.

Es el hombre que generó un producto que se retroalimenta como una espiral viciosa que trasciende el horario de su programación para abarcar el 25% de los contenidos totales de la programación televisiva. Es un genio que se trasciende a sí mismo, templado y sereno para manejar el éxito desbocado. Es el que enciende en sus colegas mediáticos la admiración frenética por el que es capaz de ganar y mantenerse muy, muy arriba en el podio durante tanto tiempo. Es un creativo suficientemente inteligente para demostrar que con ideas australes se pueden hacer cosas de calidad.

La emperatriz, egocéntrica, narcisista, pudoroso-liberal, y agresiva inquisidora de los comensales del mediodía, tiene razón: “’Él” es el Rey de la Argentina, el que puede gobernar con el máximo “beneficio” que otorga el poder: la impunidad, y al que todos conocen aun sin nombrarlo.

Gracias a este monarca , en materia de educar para y en la comunicación, hay mucho por hacer.

Allá vamos.
Carlos A. Ferraro
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